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El Granizo y la Rana
En una aldea de la región del Orinoco, una tribu descendiente de los Ticunas tenía por tradición ofrecer al dios de la luz Runa, ofrendas de gratitud por las cosechas que podía recoger cada medio año. Y danzaban con alegría y con música festiva y alegre, en muestra de gratitud con el dios del día. Esta fiesta duraba cuatro semanas.
Pero Rana dios de la lluvia celoso de tanto reconocimiento para con su hermano Runa. Decidió descender desde su trono para tomar la forma de un anfibio robusto y verdoso que se le presento al Yuuta (sacerdote) de la tribu para decirle:
Dile a tu pueblo que cese su tributo a Runa, o de lo contrario me vengaré. Y devastaré los productos de la tierra y tu gente morirá de hambre. El Yuuta le respondió tú no puedes derogar la ley de nuestros clanes, la ley que rige a nuestro pueblo desde la creación.
Lo instituido por nuestros padres, lo pactado por nuestros ancestros con Runa para que la tierra sea fértil y de su fruto a su tiempo. Entonces, Rana lleno de cólera le conjura diciéndole: Si no reconocéis mi grandeza y la majestad de mi poder¡¡¡¡¡ Tu pueblo vera mu furia y morirá de hambre.
El Yuuta lleno de valor le respondió: Que así sea pero mi pueblo no renunciará a su ley. Pues la ley es sabia y según ella a Runa debemos reconocer.
Rana salió dando fuertes saltos que estremecían la tierra y que resonaban en el cielo. Desprendiendo de las nubes unas grandes rocas que parecían piedras preciosas que cuando caían a la tierra quemaban lo que tocaban.
Runa lleno de misericordia con el pueblo leal y fiel , irrumpió con un gran destello que remedió la íra de su hermano celoso; apaciguando la lluvia y derritiendo las rocas de cristal que caían con furia del cielo. Rana al verse acorralado decidió huir a lo profundo de la selva y quedarse allí para no ser enjuiciado por el consejo celeste. Que de seguro, le condenaría al vacio y a la nada a dónde van los seres envidiosos y malvados como él.
Desde entonces se dice que los anfibios descienden de este dios envidioso y que de vez en cuando para recordar la misericordia de Runa con los hombres las nubes dejan caer pequeñas rocas de cristal pero ya no para destruir la tierra, a los hombres o a los cultivos, sino para embellecer la naturaleza.
Por Liliana Duarte y Paula Valentina Campos
Me contó mi abuelita, que en pueblo indígena de los chibchas existió un niño muy dedicado a sus labores llamado Isapi, constantemente ayudaba a los adultos en sus quehaceres sin pedir nada a cambio.
En cierta ocasión recogiendo leña vio una planta muy singular y bonita, la planta lo atraía con su delicioso olor, era como cuando cocinaba la abuela, era como cuando iban de paseo por la selva, era como cuando celebraban sus fiestas al dios Sol…. Era de lo mejor, Isapi se acerco como hipnotizado, cada vez más cerca, cada vez más cerca, demasiado cerca quedo pegado por horas a la planta.
Cuando llego a su choza, le pregunto la abuela donde había estado durante tanto tiempo… el le dijo que había estado atraído por un olor fascinante.
Desde entonces Isapi supo que debía visitar aquella majestuosa planta durante toda su vida, hablarle y rendirle culto.
Isapi trajo a sus amigos que también quedaron atrapados por la dulce planta y pasaban horas contando historias junto a ella.
Cuenta la leyenda que desde entonces la llamaron la planta de los niños y según dicen los que saben que Isapi llegó a su vejez y quedó pegado a ella emitiendo ese aroma agradable y ayudando como medicina a muchos indígenas.
Gracias por ese árbol de canela...una de las maravillas de la vida y de los olores...
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